02: suscrita hasta las cejas
todo en esta vida es una suscripción y pasear con un ramo te hace 10 veces más guay
› escribo desde mi secretaria en mi casa en Lisboa
› esucho uno de mis albums preferidos: Rumours de Fleetwood Mac
› 5 minutos de lectura para ti (yo he tardado 5 horas)
‹ en mi última newsletter romanticé todo un poco
Acto 1.
No sé si será porque consumo demasiado Substack, pero esta semana he empezado a ver absolutamente todo como una subscripción. Todo comenzó el otro día en el aeropuerto cuando probé una colonia en las tiendas de Duty Free. Nada nuevo en la vida de Carmen, es algo que hago siempre que cojo un avión. No solo porque me aburren los aeropuertos, probablemente también porque hace 10 años que no tengo un perfume. Quiero decir, que no me asocio con un olor en particular. Alguna vez me he comprado un frasquito pequeño para echármelo en ocasiones especiales — solo que se terminan pronto. Y cuando se me ha acabado he podido pasar meses o incluso años sin volver a comprar otro.
Hasta ese día me enorgullecía en pensar que el olor que me caracterizaba era el mío propio. Bueno, exactamente hasta el momento en el que me acomodo en mi asiento (que por cierto, tuve suerte y me tocó salida de emergencia) y la chica que estaba a mi lado me dice: Oh I love your perfume. Y me quedé con cara de tonta, claro. Me acaba de decir “your” perfume. ¿Cómo que “my” perfume? Si yo es la primera vez que me lo echo. Uy, pues la verdad es que huele bien, no es empalagoso; es dulce pero fresquito — como el que tenía cuando era pequeña. Y en medio de todo esto, de repente me acordé de lo que me gusta que cada vez que abrazo a mi amiga Mar me transporta a cuando vivía en Madrid — porque su perfume no ha cambiado; que el otro día pasó por delante de mi una señora que usaba Shalimar y lo sentí como casa — porque es la misma fragancia que usa mi amiga Munique y que cuando Rita usa ropa de Mari se me olvida que ya está en Miami y por un segundo la siento cerquita.
Ejemplos que me hicieron ver que al final era bonito eso de que un olor también forme parte de tu personalidad. En este punto se me estaba empezando a crear una necesidad psicológica de identidad y ya quería comprarme la colonia. Solo que eso de autoexpresarme a través de un aroma iba a tener consecuencias: depender de un producto comercial, que por más que oliese a rosas, me obligaría a comparlo una y otra vez. O lo que es lo mismo: suscribirme a Divine de Jean Paul Gautier.



Desde entonces, todo es una subscripción en mi cabeza. Las más obvias: el café que me tomo todas las mañanas cuando voy a mi atelier al que llevo suscrita varios años o las uñas semipermanentes de Rosalía a las que me suscribí cuando quería parar de mordérmelas. Las menos evidentes: el chupito de vinagre de manzana que me tomo antes de cada comida para evitar un pico de glucosa, los tres días de entrenamiento de fuerza, mis 30 gramos de proteína por comida o mis 3 litros de agua a los que pagaría por estar suscrita de por vida. Y las todavía menos aparentes: la inevitable nostalgia el último día de sol de otoño, mi espiritualidad o la forma en que respondo a mi madre cuando me cabrea.
Yo solo quería probar una colonia nueva mientras esperaba a que embarcase mi vuelo. Y al final ese flush flush acabó por servir como recordatorio de que igual está bien revisar de vez en cuando todas esas muchas cosas a las que estoy suscrita y de las que no recibo factura en mi correo. Que las rutinas, ideas y valores, nos sirven, hasta que dejan de hacerlo. Que algunas las he elegido conscientemente, pero otras las he adquirido sin darme cuenta. Y que darse de baja, es gratis.
Acto 2.
Catorce, quince, dieciséis… Iba yo contando todas las veces que un turista por Lisboa me sacaba de quicio. Llegué a los 20 en 35 minutos. La última fue un grupo de alemanes que gritaba altísimo a las cuatro de la tarde y ocupaba toda la acera. Yo iba para mi casa a echarme una siesta — cosa que no suelo hacer. Así que ese volumen de decibelios, y encima con ese acento, para mí, estaba siendo equivalente al chirrido insoportable de tu hermano cortando con el cuchillo el plato en vez del filete. Y como la rabia se empezaba a apoderar de mi, cogí otra calle. Estoy en una fase bastante zen y quería ahorrarle a mi cuerpo esa producción innecesaria de cortisol.
Lo bueno es que Lisboa recompensó mi paciencia con un regalito. Nada más girar la calle, me encontré un ramo de eucalipto en la basura. Nuevo sin etiqueta. Y me lo llevé. No porque tuviese un lugar en mente para ponerlo en casa, sino porque me apetecía pasearlo.



Tengo una teoría: sonréir y llevar un ramo/flor te suben el coolness del outfit por 10. De momento estoy suscrita a la primera; la segunda solo la practico de vez en cuando. Ese día fue una de esas veces. Lo mejor de todo: ningún turista me volvió a molestar — llevar un metro de eucalipto es lo que tiene. Por lo menos esa distancia de separación se mantuvo durante los 10 minutos siguientes, que es lo que tardé en llegar a casa.
Acto 3.
¿ ¡ ñ
El resumen de mi día a día como hispanohablante en el extranjero. O de quien se compra un ordenador con teclado QWERTY a secas.
El pucherazo de la semana
Cosas, aleatorias, que me apetece compartir
- Si mezclas ricota con tomates cherry confitados te mueres de lo rico que está.
- The Lunchbox: una película preciosa que muestra un caos organizado que funciona perfectamente y que hasta Harvard se interesó por estudiar cómo funcionaba.
- Raindrop te ayuda a organizar todos tus marcadores, si eres como yo y guardas todo lo que ves en internet y te interesa.
- Cómo escapar de un cocodrilo.
- Ted Goia explica lo que llama el “Karma Method” para tener una estrategia de redes sociales que funciona.
- Cómo producir 40 piezas de contenido en una semana.
- Un workshop muy interesante sobre la inmunidad al cambio de Lisa Lahey
+
Cosas, bonitas, que me han pasado y quiero compartir
- El domingo tomé el sol, y sigo morena.
- Llevaba 5 meses sin ver a mi amiga Sol y la he visto 3 veces esta semana.
- Me han dicho que escribo bien.
- Me he pintado las uñas transparentes con florecitas: very mindful, very demure.
- Gané 2 puntos de esperanza en Lisboa el otro día cuando pagué apenas 4 euros por dos trozos de tarta y dos cafés.
- He ganado 0.5 kilos de músculo.
Hola :D Tus notas pululan en mi feed bastante a menudo. Hoy he decidido husmear tus posts y he escuchado tu voz mientras te leía. Ay, hacía mucho que nadie me contaba un cuento tan bonito. Comparto tu cabreo in crescendo cuando alguien/algo en público me saca de quicio. ¿Cómo se cura esto? Me quedo por aquí que te ha quedado muy rico el puchero 🥣
¡Hola! (que parece que nos cobran por saludar ;) y a mí, me encanta.
Pues te he estado escuchando y me ha gustado mucho lo que cuentas y el tono, muy agradable así que... He sumado una nueva suscripción... ¡Que viva-n las suscripciones! .... Gracias y súper feliz día.