› escribo desde mi secretaria para ver si me lo tomo en serio
› escucho el album del grupo de un viejo amigo, y te lo recomiendo
› si no te pierdes en mis links, tardarás unos 7 minutos en leerme
‹ en mi último post reivindicaba la necesidad de ampliar la palabra
Acto I
Vivo a unos 20 minutos de uno de los puertos de Lisboa, por lo que a veces tengo la suerte de ver a grupos de marineros pasear por mi barrio. Digo “la suerte” porque de verdad me alegran el día. Van siempre en grupo, vestiditos de azul en invierno y de blanco en verano. Y mi parte preferida: la gorra blanca con detalles dorados. Pero creo que la curiosidad que me provocan viene más de la postura con la que se pasean. La actitud es normalmente de dos tipos: por un lado están los risueños, se les ve alegres, felices de pisar tierra después de muchos días en un navío (normalmente son grupos de gente más jóven — ponle veintipocos) y luego están los serios, que demuestran cierto orgullo en lo que hacen solo con la forma en que caminan (generalmente son guapos que se creen más guapos de lo que realmente son por su atuendo).
Ambos grupos me parecen interesantes y siempre me quedo pensando cuándo los veo cómo será su día a día en un barco. Hoy, al salir del gimnasio, me he cruzado con cuatro marineritas y se lo he preguntado.
Son estudiantes de la escuela de navegación de Dinamarca. Hace 3 semanas que salieron de Copenague en este precioso velero de 77 metros. No sé cómo se llaman, pero tienen 22, 20, 19 y 21 años (de izquierda a derecha). Dos de ellas son holandesas; las otras dos dinamarquesas. Se metieron en esto por la aventura, porque después pueden trabajar en navíos de cualquier país, y porque (cito a una de ellas) “no sabes lo precioso de las mil tonalidades de azul eterno que ves cuando estás en el mar”. Ayer tuvieron un examen de nudos, y por lo visto no les fue tan bien. Han firmado un contrato que les obliga a llevar el uniforme incluso cuando están fuera del barco (sí, con gorra incluída) — te diré que me parece muy buen move por parte del equipo de marketing de la escuela. Solo pueden tomarse una cerveza por día cuando están en tierra (sí, eso también está escrito en el contrato). Duermen en hamacas, entrenan todos los días y de vez en cuando les toca subir al mástil.




Me ha parecido tan fascinante que he seguido investigando por mi cuenta. No tienen móvil, y en su página web cada día uno escribe una entrada a modo diario:
This lifestyle is magical. As trainees we have been introduced to the small little joys that a life on a square-rigger provides, the last days onboard. A scoop of ice-cream every Sunday, climbing in the rig for the first time – feeling like you are on top of the world, a cup of coffee at 15-break, a hot (but short) shower after a long day of work , getting your tightly packed hammock approved in the early morning breeze, and the list goes on. We have the pleasure to learn the skill of being grateful for the small things in life.
Yo con 20 años estaba en una biblioteca estudiando para pasar (y no para aprender) exámenes de contabilidad. Madre mía. Qué viva la Gen Z.
Acto II.
Ya que la historia que acabo de contar y la que viene a continuación tienen como nexo en común el acto de navegar, me parecía bonito juntarlos con una referencia. Lo primero que se me ha venido a la cabeza es este fado, del gran Caetano Veloso.
Para mí es especial por varios motivos:
Porque a poco que conozcas el mundo de los fados, sabrás que no es cualquiera (y mucho menos un extranjero) el que puede escribir un poema que respete al fado y que además el fado le respete.
Surge de una referencia de un poema de Fernando Pessoa. Te lo dejo aquí en portugués y no en español porque la traducción es pa’ matarse da mala.
Junta dos mundos de los que estoy y estaré siempre completamente enamorada: Brasil y Portugal.
Acto III.
Yo querría haber escrito mi newsletter hace unas semanas, pero la propia herramienta que he elegido para hacerlo no me lo permite porque me ha robado la atención.
Me vine a Substack porque sentí que era una red social más humana que valoraba la autenticidad vs. el mundo superficial de Instagram. Me mantengo en esta idea, pero aún así, me he dado cuenta de que el juego es el mismo. Y que simplemente he suistituido mis (muchas) horas de consumo de Instagram diarias por (muchas) horas de lectura en Substack. Le quité mi atención a uno para dársela al otro. De hecho, hace un par de días vi que Substack acaba de levantar una ronda de 10 millones. No es la primera ni será la última. Y siento, que pone en peligro la honestidad de la plataforma. Pues si algo he aprendido de los últimos 8 años trabajando en startups, es que en cuanto se meten muchos inversores de por medio, por muy firmes que sean tus valores, se van a ver comprometidos si no entregas el crecimiento que se espera. Y aquí es donde todo se vuelve peligroso, porque, te recuerdo, que en este juego: beneficios = más horas (tuyas, mías, nuestras) delante de la pantalla.
Tengo 20 ventanas abiertas en chrome y son precisamente la razón por la que me ha costado tanto centrarme en escribir. Así que he decidido que hoy voy a transformar mi (ab)uso de Substack en contenido para mi newsletter.
el pucherazo de la semana
Versión: mis mil pestañas abiertas en google chrome
💿 The Art of Cover Art: una newsletter dedicada a las portadas de álbums. Desde que me regalaron este libro siempre me ha encantado donde se juntan el diseño gráfico y la música.
🎫 The State of Culture, 2024: lo que me temo que le va a pasar a Substack. Ted Goia explica cómo la cultura se está transformando en un modelo dónde lo que se busca es la adicción.
🎵 No tan random —Me suelo meter de vez en cuando porque me gusta su curadoría. Y todos los lunes sube una playlist con 20 canciones nuevas.
❤️🩹 La carta a todos los valencianos de La mala de la película.
🎂 Decoración de tartas: donde la repostería se encuentra con el diseño. Un buen ejemplo de por qué pierdo el foco. Y al mismo tiempo un buen ejemplo de cómo internet hace super accesible aprender de cualquier cosa.
💡Creative downtime o “tiempo de inactividad creativa”. Disfrutar de momentos de no hacer nada (sin culpas), como concepto.
📖 100 personas recomiendan qué libro les gustaría volver a leer por primera vez.
💄Catherine Shannon —todo lo que escribe me encanta. Tengo abiertas 3 pestañas de su Substack: este artículo que me parece que explica muy bien qué nos atrae a las mujeres en un hombre (y si eres uno, te vendría bien léertelo), este sobre cómo el teléfono nos está matando la capacidad de sentirnos atractivas y mi favorito: no queremos sentir y por eso nos estamos anestesiando.
😶 No puedo hacerlo todo: Santiago Isla explica perfectamente cómo me siento el 95% del tiempo. FOMO, ¿yo?, qué va.
🌳 Daisugi: una técnica japonesa para conseguir madera sin talar árboles enteros (es como un bonsai gigante).
🌀 El precio de la obsesión: un texto de un reportero del National Geographic sobre la obsesión (que para quien me conoce, sabe que es lo mío).
🥹 Un voicenote que es un post en Substack y podría ser perfectamente yo porque hago lo mismo. Este tipo de contenido es why I love the internet.
✍️ Esta entrevista via carta a Lynda Barry, a quien no conocía, y de quien me declaro fan.
+
Cosas, bonitas (o no), que me han pasado y quiero compartir
- Me motivé hace unas semanas y lancé una newsletter en inglés
- He recuperado mi antigüo hábito de hablar con desconocidos, sin miedo
- Antes de ayer estuve con mi mejor amigo que vive en Madrid (te quiero)
- El finde pasado fui a la playa y me bañé: me supo a gloria
- Tengo anemia y ahora tomo hierro por las mañanas
- Me he pintado unos corazones en las uñas y me siento super guay
este post! me encanta la historia de las marineras 🤍 y Caetano
Me ha gustado muchísimo la historia de las chicas danesas. Super curioso e interesante.